El cafe de mis ojos.
Una de la mañana. Puedo escuchar el silencio, si me enfoco, escucho el vibrar de mis timpanos captandolo. O ronquidos de la habitacion aledaña. Algun maullido o ladrido por el fraccionamiento.
A la calle hablando con un loco, casi como yo contigo.
Risas entre alcoholicos, aunque sean de una noche.
El motor acelerando y desvaneciendose en la distancia. Se extraña ese alto de la esquina.
Le truenan los dedos, como truena el cielo.
Otro motor, menos pesado, pero más enojado, tal vez de repartidor, o un vehiculo similar.
Mas ladridos. No estoy sola.
Las llantas sobre un pavimento nuevo, sin frenarse, como tantos mas en la urbe.
Un suspiro al aire, con terminacion tajante, indicios de enfermedad.
Como mi insomnio, ese que me invita a escuchar con atencion. Que me impide soñar otra vez la misma historia sin final, esa que jamás podre contar, de tan corta y tan efimera. Esa que con tanto ahinco me esfuerzo en realizar.
Todo en vano.
Una y treinta de la mañana, sigue igual.
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