Paradoja.

Soñar contigo.

La primer vez fue esa misma semana, irónicamente, pasó la primer noche que pude dormir en paz. Hasta que abrí los ojos.

Quiero gritar con todos mis dedos que, soñarte, soñarte como eras, soñarte feliz, o bromeando, regañando, soñarte enfermo, siempre aconsejando, atinadamente cuestionando, dudando,  sólo pensando, hasta soñarte durmiendo frente a tu televisor y despertándote con el sonido de la puerta al abrirse.

Es una pesadilla. 

La peor, y más brutal pesadilla. No es sólo un mal sueño, ni una sensación extrema que me despierta. No.

Es la realidad.

Lo es desde que inicia, hasta cuando, en medio de mi sueño, descubro el velo para renovar la prometida vida que viene al despertar.

¡Recuerdo haberme sentido dichosa de verte! Fue una calidez fugaz seguida del amargo tormento: aprender a vivir sin tus buenos días, sin ti por las tardes de cómplices y sin ti en nuestros buenas noches.

Es las alegrías y la melancolía que jamás tuve y siempre tendré.

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