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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Vaivén

Las madrugadas se han vuelto mi hora más popular de extrañarte. Llegan con una avidez insolente de recuerdos, frases, y planes.  Veo todo lo que vivimos, desde la primer imagen, hasta el pasillo. Te veo en la cama, en el sillón, en tus sillas, ¿dónde no?. Duele, duele como nadie sabe explicar. No es proporcional al amor, ni a los años, simplemente no tiene proporción. Es inmedible.  Expiró tu licencia, y de repente sentí el cambio de dirección. Y a pesar de que la ausencia es finita y mi vida siempre ha tenido un plan definido, no sé aún cómo llevarme por este nuevo sentido.  Nadie aquí sabe, pero seguimos. Con lagrimas, historias y muchas menciones de ti.  Seguimos.

Paradoja.

Soñar contigo. La primer vez fue esa misma semana, irónicamente, pasó la primer noche que pude dormir en paz. Hasta que abrí los ojos. Quiero gritar con todos mis dedos que, soñarte, soñarte como eras, soñarte feliz, o bromeando, regañando, soñarte enfermo, siempre aconsejando, atinadamente cuestionando, dudando,  sólo pensando, hasta soñarte durmiendo frente a tu televisor y despertándote con el sonido de la puerta al abrirse. Es una pesadilla.  La peor, y más brutal pesadilla. No es sólo un mal sueño, ni una sensación extrema que me despierta. No. Es la realidad. Lo es desde que inicia, hasta cuando, en medio de mi sueño, descubro el velo para renovar la prometida vida que viene al despertar. ¡Recuerdo haberme sentido dichosa de verte! Fue una calidez fugaz seguida del amargo tormento: aprender a vivir sin tus buenos días, sin ti por las tardes de cómplices y sin ti en nuestros buenas noches. Es las alegrías y la melancolía que jamás tuve y siempre tendré.