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Voltea a su derecha, y lo ve.

Al hombre que invade sus sueños,

al desconocido que cada noche la enamora.

No sabe su nombre, ni su procedencia,

porque en la realidad, es la primera vez que lo ha visto con sus pupilas,

y no en sus vagos recuerdos al despertar,

mismos que se esfuman con cada segundo que transcurre.

Quiere llamar su atención, pero no puede.

Es tan grande el asecho de esas aduladoras,

que ella se ve imposibilitada.

De pronto, él con su humilde gentileza se despide

con cada uno de sus allegados.

Es el fin.

Lo viste, lo conociste, al real, de carne y hueso.

Y lo vas a dejar ir?, sin que siquiera te haya visto?

Antes de visualizarlo en tu mundo,

tu mayor lucha era que aquella bandeja

plateada con deliciosas muestras de arte culinaria

pasaran cerca de tus desesperados dedos.

Pero, desde el momento en que paraste de seguir

con tu mirada al objeto brillante y apetitoso; para enfocarla en

aquella silueta tan familiar y al mismo tiempo

irreal para ti...

Desde ese momento, tu lucha cambio de dirección.

Y se volvio interna.

Pasaste las horas observandolo,

esperando que él lanzara una mirada perdida y ésta fuera a caer en ti...

Analizando sus movimientos, atesorando sus gestos,

y deseándolo, deseándolo con locura.

Como el cientifico desea la verdad.

Como el niño desea la diversión.

Como el viejo desea la plenitud.

Como el que canta desea una canción.

Pero ni su deseo pudo quitarle el miedo.