Una vida con Sofía

Luego, de golpe, descubrí cómo me gustas, al menos con una analogía que puedo transmitir. Porque es -en parte- como (perdona la comparación) me gusta un perfecto par de sandalias, o una bella colección de exquisitos vestidos. Mi pasión por estas prendas es una razón que trata de complejos. De cubrirlos. De aprender a amarlos. Alimentan mi percepción de la belleza propia, aún con mis complejos. Me ayudan a amarme, a mí, a esta persona de pies raros, cuerpo extraño, gramos extras, y poco maquillaje. No es que lo hayas hecho primero, si no que al hacerlo lo estas logrando. De noche descubrí porque te quiero como quiero. Cuando aún no entiendo si será posible. Sigo rota. Pero me siento completa.

El limite humano del olvido, ¿cuál es? No importa, sólo lo siento. Ese olvido humano. ¡Hola! ¡Estoy aquí! ¿Nadie?  No he muerto. Ni me he casado. Pero, ¿me aplaudirían igual de haberlo hecho? ¿O me ignorarían más fácil? ¿Asi pasa siempre? ¿Esto sera siempre? ¡¿No se lo preguntan?! Y de ser así, ¿por qué no a ambas partes? Bola de hipocritas. Sí, de nuestra relación, de todo. Nadie conoce, y aplaude. ¿Si hubiera sido yo? O tal vez soy yo la que debo dar el beneficio de la duda y pensar que si fuese yo, me tratarían igual. Pero no está en mí, no fui criada para ser así. El importante, el bueno, el guapo, el esposo, el pastor.  ¿La ex? Eso es. La ex-mejor, ex-esposa, ex-perfecta, ex-amiga. Nueva olvidada. No importa qué. Bravo yo. Últimos pensamientos de todo lo pasado en el pasado. Revisando borradores. Porque sí.